Opinión

OPINIÓN: "Educación, Igualdad, Libertad", por Juan M. Roldán

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La principal aspiración de una sociedad avanzada es, o debiera ser, la igualdad como premisa básica para la libertad dado que, resulta obvio, no es posible  la libertad entre desiguales.

El ser humano en tanto que ser consciente es, por principio,  libre; y esa libertad solo deber estar condicionada por la libertad de sus semejantes puesto que de lo contrario sería imposible la convivencia civilizada imponiéndose la ley del más fuerte.

Lo cierto y verdad  es que, la igualdad entre los seres humanos y por ende su libertad, solo se puede garantizar a través de la igualdad de oportunidades, ateniéndonos  a la premisa de que en una sociedad verdaderamente justa, el desarrollo personal de cada uno de sus componentes, solo debe estar limitado por su capacidad y la intensidad de su esfuerzo.

Dado que la igualdad de oportunidades solo es posible a través de la igualdad en el acceso a la formación, resulta imprescindible, para asegurar la igualdad y su corolario la libertad, garantizar que todos y cada uno de los componentes de la sociedad, con independencia de cualquier otro condicionamiento social, tengan efectivo acceso a la mejor educación que sea posible en cada momento.

Vemos pues como la educación es el requisito fundamental sin el cual no puede  darse la igualdad que a su vez constituye la premisa básica de la libertad.

Es desde ese análisis como vemos lo profundamente injustas y anti sociales que son las políticas que, más allá de las declaraciones retoricas, efectivamente lleva a cabo la derecha  derivando dinero desde la educación pública hacia la concertada intentando disfrazar lo que en el  fondo solo es una manera de  destinar dinero público a la educación privada.

Estas políticas que  son total y absolutamente contrarias a la igualdad de oportunidades y por ende a la igualdad y a la libertad no solo no atienden al interés de las capas más desfavorecidas de la sociedad sino que, para mayor escarnio, favorecen el aumento de la desigualdad con el dinero de los más desfavorecidos que, en última instancia, son los mayores contribuyentes al erario público.

Sin igualdad de oportunidades en la educación no puede haber igualdad social y sin igualdad social  no pude haber libertad.  Si de verdad aspiramos a una sociedad verdaderamente libre se debe garantizar la igualdad de oportunidades que a su vez solo puede ser garantizada por una educación de la máxima calidad con independencia de la posición social de los educandos.  Aspiración que, como comprobamos día a día, resulta utópica bajo un gobierno de la derecha.

Juan M. Roldán